Permiso del Almirante a San Pedro

2024

Pedro Marina Cartagena, operario de este arsenal, príncipe de los apóstoles, carpintero de ribera, hombre de mar, pescador.  

Es un honor, como Almirante del Arsenal, dirigirme a ti, tras recibir la petición de tu salida de francos del Ayudante Mayor, para que recorras, un año más, las calles de Cartagena. 

 Ante esta petición, tengo sentimientos encontrados, por un lado, orgullo y por otro, preocupación.

Orgullo porque sé lo que representa para esta emblemática Ciudad de Cartagena que su querido San Pedro recorra sus calles.

Pero reconozco que estoy preocupado. Muy preocupado.

Son muchos los años que pides salir a la calle, de franco de ría, por las calles de Cartagena.

Y con gran clemencia se te concede, año a año, ya que tu agrupación de San Pedro y tu Cofradía California piden que estés entre los tuyos.

Hoy vienes aquí nuevamente, ante este novato Almirante del Arsenal.

Y sé lo que estás pensando…

“Éste está recién llegado. No se entera de nada. Hoy es la mía, y se la voy a jugar”.

Pues bien, quizá tú no sabes quién soy yo…te diré que acumulo más golferías que tu… Y, además, conozco tu historial…

Sé que cada año se la juegas al Almirante, desobedeces y vuelves tarde, a horas intempestivas y con alguna copita de más.

Además, sé que ahí fuera te esperan tus amigos, un tal Santiago y el otro Juan.

Soy consciente del peligro cuando os juntáis los tres. Yo en mi época de joven oficial siempre me gustó juntarme con los más golfos de la promoción…

Mi obligación es mantener el orden y la disciplina en el Arsenal

Por todo ello, he decidido que este año no sales a la calle.

Como lo has oído. No sales a la calle.

Hasta que oigas, lo que tengo que decirte

Mi querido San Pedro, con todo mi cariño, te animo a tratar de evitar el castigo, el arresto y las malas compañías. Sobre ti pesa la advertencia.

Aquí te estaré esperando, de madrugada, a la hora convenida de regreso de francos, para darte la bienvenida de nuevo al Arsenal y aplicarte el correctivo adecuado, en caso de que repitas, tu mal comportamiento.

Sin temor a equivocarme, me da a mí que esto último es lo que va a ocurrir.

Apóstol Pedro, negaste tres veces a nuestro Señor, fuiste un poquito desobediente, como lo eres año a año en tu regreso de francos, pero demostraste un corazón humilde, tanto es así que decidiste morir con la cruz invertida, con humildad, para no hacerlo como Cristo, y ser un servidor ejemplar de Dios.

Por ello, Dios te asignó el cometido de erigir la Iglesia y te dio las llaves del Reino de los Cielos.

La Armada se enorgullece de tenerte entre sus filas. No podemos entender al San Pedro lejos del mar…  

Cartagena, unida de un modo tan especial a la mar y a la Armada, se siente orgullosa de su San Pedro. Sus gentes os están esperando, también los numerosos visitantes, que en estos días recorren nuestras calles, para admirar la sensacional semana santa. ¡Viva Cartagena!   

Van contigo tus valerosos caballeros porta-pasos, 160 hombres, 2000 kilos de peso, orgullosos de llevarte con el cariño y admiración de siempre. No olvidar a las camareras, que te han vestido con excelente mimo. Impecable, el trabajo de los Hermanos de la Agrupación. Llevas una representación de 23 Guardiamarinas de la Escuela Naval Militar. Granaderos de la antigua artillería de marina de nuestros buques. La marcialidad del piquete de Infantería de Marina del Tercio de Levante. Y una banda de música, también de nuestra Infantería de Marina, que hará resonar sus acordes por todos los rincones de Cartagena.

Todo ello, con ese desfile de paso largo y rápido, difícil de llevar, y que con tanto esmero han ido ensayando los procesionistas desde el mes de enero dentro del recinto del arsenal.

Querido San Pedro, con tradición centenaria, los cartageneros, año a año, te piden tu intercesión. Ya que recibiste del maestro su confianza y su lealtad, te pido que sigas protegiendo a los cartageneros, a la Armada, a España, protégenos con tu manto, y concede el alivio y consuelo a todos aquellos que en estos momentos lo están pasando mal.

Pedro Marina Cartagena, aunque no debería, te autorizo a salir de franco.

Y te recuerdo tu obligación de regresar a primera hora, recalco primera hora de la madrugada del jueves santo, con la compostura y discreción acorde a un operario de este arsenal. Nada de volver a ritmo de pasodoble, que sé que te encanta… 

 No quiero terminar sin dar las Gracias a todos los hombres y mujeres que mantienen viva la llama del sampedrismo desde hace 92 años. 

Y ahora, mientras los caballeros porta-pasos te encaraman al cielo,

Os pido a todos que unáis vuestras voces a la mía y gritéis conmigo

 

Viva “el San Pedro”    

Viva Cartagena

Viva España

 

Almirante Jefe del Arsenal Militar Cartagena.
Alejandro Cuerda Lorenzo.

 

2023

Mi querido San Pedro, de nuevo nos vemos las caras en esta bendita historia que se repite años tras año. 

De nuevo pretendes salir para trasladarte a la iglesia de Santa Maria de Gracia y participar en la magna procesión del Miércoles Santo. Te noto sospechosamente tranquilo, aunque también claramente emocionado. 

Tranquilo porque piensas que, vistiendo tus mejores galas, que estando a hombros de tus mejores amigos los caballeros porta-pasos, que escoltado como como vas por compañeros de la Armada y hermanos de una Agrupación California más que centenaria quizás te creas que no puedo negarme a dejarte salir por esa puerta. 

Tranquilo porque sospechas que cuentas con los informes favorables de un Ayudante Mayor del que a veces pienso que es más benevolente de lo que sería menester, y un tanto condescendiente con ciertas actitudes de sus subordinados que sabes bien que no son de recibo en la Armada, como fue tu tardío regreso de franco de ría del año pasado cuando, para colmo de los colmos, sabías que debido a la lluvia tocaba recogerse y no procesionar; sabías que tocaba más oración y menos dejarse ver. 

Tranquilo porque estás convencido de que esos informes del Ayudante Mayor no hacen sino reflejar un comportamiento y un rendimiento a bordo que te hacen merecedor de un nuevo franco de ría. Y no te falta razón. El procedimiento disciplinario es el que es: toca pasar página y demostrar ahí fuera de qué pasta estás hecho, comenzando por un traslado que, con el paso del tiempo, y respondiendo a la devoción de muchos cartageneros, se ha perpetuado en una procesión que, como puedes ver, atrae miles de personas que ahora te acompañan aquí en este Arsenal y que también te esperan ahí fuera. 

Te decía que te notaba tranquilo, pero también emocionado; y es cierto, porque te esperan, nos esperan a todos, momentos muy difíciles: primero de confusión y de contradicción, pero al final de júbilo. 

De confusión y contradicción porque en los días terribles que enmarcaron la muerte de tu Maestro y Amigo todos los rostros del pecado, y también de la redención, se mostraron a muchos testigos en Jerusalén, como en estos días se nos van a presentar de nuevo a otros muchos testigos por las calles de Cartagena: la traición de Judas, el sacrificio inenarrable de Jesús, su aflicción y su soledad provocada por el miedo de tus compañeros los demás apóstoles, y por tus propias negaciones. Y, sobre todo, por el dolor de María sola y abandonada también por ti a los pies de la Cruz. 

No lo vas a pasar bien; tu alma será como una montaña rusa en la que vertiginosamente se mezclarán sentimientos de generosidad, de diligencia, de debilidad, de miedo, de ira, de llanto, pero al final también de valentía y de alegría; alegría y valentía que serán las virtudes que, iluminadas por tu fe sin marcha atrás y, por fin, sin fisuras gracias al Espíritu Santo, prevalecerán convirtiéndote en el primer hombre fuerte de la Iglesia. 

Sí; de alegría, de júbilo porque, tras el grito del que se cree abandonado en la cruz, de su santo entierro y de su gloriosa Resurrección, llegará la redención de todo el género humano. 

Tras semanas de espanto y recogimiento, con fe sostenida frente a un mundo amenazador, tú Pedro, recordarás en el cenáculo frente a otros cientos de personas, entonces judíos y gentiles, ahora, hoy aquí, creyentes y no creyentes, la profecía de Israel: «Derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad». Recordarás a David, hablando del Dios que no permitirá al hombre acabar en la corrupción de un sepulcro ni en el callejón a oscuras de una existencia mortal.  

Y exhortarás frente al mundo a la fundación de la Iglesia de Cristo, abierta a todos los que se bauticen en un ritual sacramental que simboliza la limpieza del pecado y la libertad del hombre en el camino de su redención. Muchos de ellos, cristianos bautizados, estamos aquí presentes. 

En estos tiempos de relativismo moral, de escepticismo y, en ocasiones, de desprecio a la dignidad del hombre, los cristianos debemos añadir a la historia de Jesús ese tu primer arranque de valentía que proclamó que no basta con recluirse en la propia fe, o en la seguridad de la íntima creencia, o en la fortaleza aparente de la comunión personal con Dios. 

Es preciso volcarse en la sociedad, defender un modelo cristiano de existencia social y unos valores, ahora impugnados por el egoísmo de una modernidad que a veces rehúsa conocer sus propias raíces. Los cristianos somos herederos de una civilización, depositarios de una calidad de su vida que es fruto de dos mil años de espléndida fundación de un hombre nuevo que ni mucho menos ha pasado de moda. 

Antes de dejarte salir te pediría un favor muy especial, ya que veo que llevas en la mano las llaves de la estrecha puerta del Cielo: acuérdate de mi Jefe, mi compañero y mi amigo Antonio Martorell, Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, que el pasado viernes nos dejó huérfanos a todos los miembros de la Armada. 

En fin, mi querido San Pedro; ya no soy un novato y sé que me la vas a jugar; espero que detectes en mis palabras ese tono persuasivo y de seria advertencia habitual en todos los Almirantes Jefe de Arsenal que, como yo, durante años y años hacen un estéril esfuerzo para que te comportes como es debido. 

Te advierto que no hay, ni habrá, excusa alguna para que no te vea yo entrar por esa puerta del Arsenal a la hora debida, a la que te ha dicho el Ayudante Mayor, a primerísima hora de la madrugada del Jueves Santo. No hay excusa posible. Te espero en la puerta. No me hagas esperar. Los Almirantes no esperan. 

Oficial de Arsenales Pedro Marina Cartagena, te autorizo a salir de franco de ría. Caballeros porta pasos, “sampedristas”, gentes de Cartagena… ¡VIVA EL SAN PEDRO! 

 

*Del libro “Católicos en tiempos de confusión” de Fernando García de Cortázar. 

 

Almirante Jefe del Arsenal Militar Cartagena.
Pedro Luis de la Puente García-Ganges